El tratamiento en base a cobre parecía ser una solución a las heridas de cicatrización compleja, realizando investigación para validar su efectividad.

El 2011, luego del desastre nuclear de Fukushima, el precio del yodo se disparó, lo que desató escasez de este mineral para el tratamiento de las infecciones en las ubres de las vacas, entre otros usos específicos.

Con esa realidad el químico Sebastián Herreros decidió probar una nueva fórmula reemplazando el yodo por cobre, sin más expectativas que prevenir las mastitis en los rebaños. Pero a medida que su uso se fue masificando, los veterinarios de los campos se dieron cuenta de algo: las heridas del ganado sanaban mucho más rápido.

Este resultado inesperado llamó la atención del médico veterinario Félix Gallardo quien, junto a un grupo de rescate, comenzaron a usar el tratamiento en perros atropellados y el resultado fue el mismo: las heridas tardaban menos tiempo en cicatrizar.

“Estas observaciones nos hicieron plantearnos dos preguntas: si funciona en animales ¿funcionará en humanos? y ¿cuáles son las heridas más complejas que hay en humanos?”, relata Rafael Méndez, socio y fundador de Cuperscience.

El paso a los humanos

Entusiasmados por los comentarios y los buenos resultados en animales, Herreros decidió hacer pruebas experimentales en heridas de amigos y familiares las que, nuevamente, mostraron una evolución sorprendente. 

El tratamiento en base a cobre parecía ser una solución a las heridas de cicatrización compleja, por lo que el químico se unió a Méndez e Ignacio Gajardo, ambos biotecnólogos, con el propósito de hacer investigaciones más profundas que demostraran su efectividad, esta vez en heridas crónicas como las producidas por el pie diabético, las que son particularmente delicadas ya que sin un cuidado adecuado pueden derivar en amputaciones.

En conjunto con la Asociación de Diabéticos de Chile (Adich) iniciaron un estudio que se extendió entre el 2014 y el 2015 en 30 pacientes, donde pudieron observar que heridas abiertas que llevaban meses sin evolución cicatrizaron por completo en algunas semanas.

“Los pacientes se daban cuenta de la rápida evolución y se motivaban a ir a las curaciones, ver a los pacientes contentos nos llenaba de energía para seguir investigando”, cuenta Méndez.

Las heridas mostraban avances en apenas tres días: en ese tiempo desaparecía el tejido macerado, disminuía la carga bacteriana, se eliminaba el mal olor y mejoraba el estado de ánimo de los pacientes, quienes veían con alegría que sus lesiones al fin sanaban. En ese tiempo tampoco se observaron reacciones adversas.

“A finales del 2014 recibimos un llamado telefónico de un cirujano vascular pidiéndonos más muestras porque estaban salvando de la amputación del pie a un paciente al que ya habían tenido que amputar dos dedos. Fue ahí cuando nos dimos cuenta que debíamos masificar esta nueva herramienta y llevarla a los hospitales, CESFAM y consultorio de Chile. Este caso clínico nos impresionó muchísimo y fue el inicio del camino del emprendimiento”, dice Rafael Méndez.

Este hito derivó en la creación de Cuperscience, startup de biotecnología que ya cuenta con su propio laboratorio en Renca, donde mejoraron la fórmula hasta crear el tratamiento definitivo: CupersanClean y CupersanGel, que mezcla el cobre y el aloe vera, y que son un aliado indispensable para las heridas de pie diabético.

Evitando amputaciones

Carlos González (68), es un paciente de Chillán, diabético hace 35 años, razón por la cual ya perdió 5 dedos.

“En abril me operaron del corazón y me cortaron una vena de la pierna para mejorar la irrigación sanguínea. Me quedó una herida muy grande que se infectó feo. La enfermera que me trató inició el tratamiento con CupersanClean y CupersanGel y en poco más de un mes la lesión ya estaba sana y cicatrizando. Para mí fue increíble porque, con el tratamiento tradicional con apósitos, las heridas demoraban entre 8 meses y un año en sanar y a veces el tratamiento no tenía éxito”, cuenta González. 

“Ahora mismo la enfermera me está tratando otra herida en el pie y también, ya está casi cerrada. Las mejoras son notables porque puedo caminar bien y dudo que vaya a perder otro dedo por culpa de esta enfermedad”, confiesa.

También, reconoce que su aplicación duele mucho menos. “Las curaciones con apósitos duelen en cada sesión, con Cupersan en cambio solo me dolió al principio, pero después ya no”, afirma.

“Es muy gratificante usar algo que funcione porque con los diabéticos casi ningún tratamiento sirve”, sentencia.