Días atrás, un potencial cliente vino a vernos porque tenía, según sus palabras, un problema de fondo en su empresa. Más bien, “conmigo mismo”, nos dijo. Nos pidió que le diéramos 30 a 45 minutos sin interrupciones para explicarnos la situación de los negocios y todo lo que sucedía.

Nos habló sobre los distintos productos que vendía, el precio, ventas totales, márgenes, market share de cada uno de ellos, y proyecciones. Rayaba la pizarra, nos preguntaba si estaba todo claro antes de borrarla, y continuaba. Al terminar nos lanza: “el punto, como ven, es que la competencia me comienza a ganar en todas las líneas. Pero lo peor, es que siento que no tengo ni la inspiración, ni las ideas para dar vuelta la situación. Mis herramientas ya no funcionan. Por eso estoy acá”. Sin tener tanta claridad, le dijimos que creíamos que el problema era que su idea de empresario encarnaba una versión exagerada de aquellos enfocados en el mero interés económico para su bolsillo. Y que éstas eran las consecuencias. Así de simple y crudo.

Muchas de las startups formadas más recientemente, vienen con una corriente que va más allá de lo económico y es ahí donde muchas de ellas encuentran el éxito y consolidación.

Lo que ocurre es que las empresas, como tantas otras cosas, son un invento de los humanos. Y un invento relativamente moderno. Esto comenzó con el comercio y el trueque y luego a través de monedas que llevaban consigo un valor. Pero se circunscribían legítimamente para la sociedad del momento en el mero traspaso de bienes y servicios. No había expectativas frustradas para el contrato social del momento.

Pero hoy en día, esa forma de hacer empresa ha quedado obsoleta, dado que ha ido evolucionando con los nuevos intereses y exigencias de la sociedad y si tú, como líder de una organización, no te adaptas o cambias, es mejor no emprender. Muchas de las startups formadas más recientemente, vienen con una corriente que va más allá de lo económico y es ahí donde muchas de ellas encuentran el éxito y consolidación. Y eso es porque básicamente se aventuran a buscar satisfacer otras expectativas y necesidades, que las lleva a ser mejores, más rentables, sostenibles y socialmente legítimas. Movidas por un propósito y comprometidas o hasta enamoradas de una comunidad de clientes.

En tiempos constituyentes en Chile, de cambios sociales, de crisis climática, y del surgimiento de los primeros unicornios, sentimos que bien vale la pena darle una vuelta a lo que creemos que son realmente los negocios y las empresas,

En el cruce de propósito con comunidad están las mayores posibilidades de innovar y escuchar necesidades no dichas. También las de mejorar y desapegarse de ideas que en realidad no prendieron. Las de darle sentido a la marca en el largo plazo. Por otro lado, las de convocar a los mejores talentos movidos a su vez, por una fuente mayor de energía como el desafío y el sentido de contribución. Y como si fuera poco, de convocar más capital.

En fin, en tiempos constituyentes en Chile, de cambios sociales, de crisis climática, y del surgimiento de los primeros «unicornios», sentimos que bien vale la pena darle una vuelta a lo que creemos que son realmente los negocios y las empresas, y sintonizando con todos, con las ideas de cada una de las personas y stakeholders, desde los distintos lugares que ocupamos en la sociedad con una idea superior de ellas.