La semana pasada la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual publicó su Índice Global de Innovación 2022. Este índice rankea un total de 132 países en base a un «puntaje de innovación», que considera más de 80 variables incluyendo aspectos de infraestructura, adopción de tecnología, inversión privada y pública en Investigación y Desarrollo (I+D), cantidad de patentes, automatización, inversión de venture capital, entre otros.

Es uno de los rankings más conocidos y utilizados por tomadores de decisión y diseñadores de políticas públicas. En su última versión hizo noticia en Chile la entrada del país al «Top 50», escalando tres posiciones respecto de la versión 2021. Además, se mantiene como el país mejor rankeado de Latinoamérica y el Caribe. El tono de dichas noticias en los medios chilenos es positivo, pues muestra logros de los que nos sentimos orgullosos.

Chile se está durmiendo en los laureles. El primer síntoma es la tendencia de largo plazo en la posición relativa en el ranking

Sin embargo, al «hilar fino» en los resultados se observa que no son para hacer una fiesta, por el contrario: hay síntomas preocupantes. Chile se está durmiendo en los laureles. El primer síntoma es la tendencia de largo plazo en la posición relativa en el ranking. El 2015 Chile estaba en la posición 42, y en los años sucesivos pasó por los puestos 44, 46, 47, 51, 54 y 53, antes de recuperar el 50 en la publicación de 2022.

Entre los vecinos de la región durante este período destaca Brasil, que el 2015 estaba en la posición 70 y fue subiendo consistentemente hasta alcanzar la posición 54 en 2022. Cabe destacar también a Colombia, que subió cuatro posiciones en la última edición, y a Perú, que subió cinco.

El segundo síntoma (seguramente causante del primero) es el desempeño mediocre en indicadores claves de la medición. Chile sale mal parado en inversión en I+D como porcentaje del PIB, difusión del conocimiento (que considera la exportación de propiedad intelectual y de servicios tecnológicos chilenos al mundo), colaboración entre universidades e industrias, y sofisticación del mercado laboral.

Cabe destacar también a Colombia, que subió cuatro posiciones en la última edición, y a Perú, que subió cinco

La buena noticia es que Chile destaca en otros aspectos de la medición como regulación moderna, buen ambiente para hacer negocios, cobertura de su sistema de educación superior y sólido ecosistema financiero. Por eso el potencial de Chile es rande si se atienden debidamente los problemas antes señalados.

Algunas contribuciones concretas que pueden hacer los actores privados y públicos para levantar a Chile a las altas posiciones del ranking serían: una mayor inversión en innovación e I+D (Chile está en 0,6% del PIB, Portugal en 1,6%, Brasil en 1,2%); un mayor impulso al desarrollo de soluciones tecnológicas y automatización en las empresas; y una mejor vinculación entre la industria y el mundo académico.