En Chile será prontamente dictada la ley de “delitos económicos y contra el medioambiente” (boletines 13.204-07 y 13205-07), que supone una de las más importantes reformas en nuestro sistema penal, ampliando significativamente los delitos por los que podrá responder penalmente una persona jurídica, e imponiendo importantes exigencias sobre éstas en la creación e implementación de modelos de compliance.

Si bien el grueso de esta modificación no aplicará a las micro o pequeñas empresas, este cambio legislativo es una gran oportunidad para que emprendimientos y startups adopten, desde su inicio, modelos efectivos de compliance no sólo como un mecanismos para evitar una eventual responsabilidad penal de la empresa, sino también como un modelo de gestión efectiva de riesgos, de capacitación permanente, y de consolidación de una cultura organizacional íntegra y eficiente, que genere una ventaja comparativa en mercados altamente competitivos.

El compliance no es una herramienta engorrosa propia de las grandes empresas, sino que es también un mecanismo eficiente para que empresas emergentes puedan identificar rápidamente riesgos empresariales

Contrario a lo que comúnmente se piensa, el compliance no es una herramienta engorrosa propia de las grandes empresas, sino que es también un mecanismo eficiente para que empresas emergentes, en particular aquellas que incorporan tecnologías en sus procesos internos, puedan identificar rápidamente riesgos empresariales, y gestionarlos mediante procedimientos eficientes ya establecidos.

Desde hace un buen tiempo que la evidencia proveniente de la economía del comportamiento nos muestra que las empresas funcionan, involuntariamente, con sesgos cognitivos y déficits volitivos, es decir, con naturales excesos de confianza, de optimismo, ilusiones de control, sesgos de confirmación, etc., que impiden identificar los riesgos a los que se enfrenta y los problemas que puedan surgir dentro de las mismas empresas, lo que es particularmente relevante en caso de las startups, que son muchas veces construidas a pulso, en base a ideas innovadoras, acoplando muchas voluntades en miras de objetivos socialmente valiosos, lo que puede llevar a minimizar o naturalizar ciertos riesgos que pueden afectar ese camino, todo lo cual
se produce en un ambiente altamente regulado y competitivo.

En ese marco, contar con un modelo de gestión de riesgos es no sólo una medida de prevención legal, sino una inversión competitiva, que permite generar claras ventajas comparativas en una startup que esté iniciando su camino, con pretensiones de crecer y consolidarse en el mercado como una empresa íntegra, con una cultura empresarial ética, que se capacita permanentemente en estas materias, y que cumple con la normativa del sector. Ello no necesariamente supone una gran inversión, sino que un buen programa de compliance es capaz de acoplarse hasta a las estructuras más sencillas, complejizándose en la medida en que la organización crece y lo exige.

Contar con un modelo de gestión de riesgos es no sólo una medida de prevención legal, sino una inversión competitiva, que permite generar claras ventajas comparativas en una startup que esté iniciando su camino

En tiempos en que proliferan los emprendimientos de este tipo, afirmar una cultura organizacional íntegra de buenas prácticas corporativas es un desafío a veces olvidado, pero cada vez más relevante para las startups que pretendan consolidarse en el mercado.