Angéles Escala, CCO de Betterplan

“Me estresa no saber qué hacer con mis finanzas”, “No sé dónde están invertidos nuestros ahorros”, “Si hubiera partido invirtiendo antes, ahora tendría una mayor independencia financiera”, son algunas de las frases que escucho recurrentemente y, que muchas veces, también me he planteado.

Forma de pensar que, a mi parecer, es un reflejo del entorno en el que crecimos, donde siempre ha primado la idea de que la independencia económica no es inherente a la mujer. Premisa que se ha normalizado como resultado de una sociedad que históricamente ha entendido a la mujer en dependencia de su estado civil y la falta de recursos propios.

Definitivamente, hemos avanzado en el camino para lograr mayor equidad entre hombres y mujeres, sin embargo, seguimos en deuda en términos de independencia financiera. Hoy es un problema la falta de participación de la mujer en el manejo de sus finanzas. No sólo tenemos menores sueldos que los hombres, sino que, además invertimos menos que ellos.

De todos los activos controlados por mujeres en Estados Unidos, en promedio un 70%, lo tienen en su cuenta corriente. Esto implica dos cosas. En primer lugar, que esas mujeres están dejando de percibir la rentabilidad que podría tener ese dinero si es que lo hubieran invertido. En segundo lugar –y más grave aún – que a medida que la inflación aumenta, disminuye el valor de ese dinero, incrementando aún más la brecha de poder adquisitivo entre hombres y mujeres. 

Realidad que no dista mucho de lo que sucede en Chile, pues según nuestra experiencia en Betterplan, hemos constatado que muchas mujeres acuden a nosotros, porque no saben cómo invertir o manejar su patrimonio.

De todas las razones que nos han llevado a desentendernos de nuestras finanzas, creo que hay dos principales: La desigualdad en el acceso financiero y la ausencia de soluciones financieras centradas en nuestras necesidades.

A pesar de que las mujeres representamos en la actualidad cerca del 40% del ingreso del mundo, la industria financiera -la cual ha sido principalmente manejada por hombres- no ha mostrado interés en ofrecer productos o servicios enfocados en nosotras y nuestras necesidades.

Craso error, pues estoy segura de que somos una gran oportunidad para el mercado financiero, pero éste debe estar atento a las particularidades de nuestro género y elaborar una oferta coherente para nosotras, pues hombres y mujeres somos distintos a la hora de invertir. Por ejemplo, nosotras tenemos una mayor aversión al riesgo, buscamos horizontes de inversión más largos (sobre todo si consideramos que nuestra esperanza de vida es mayor a la de los hombres) y valoramos la asesoría, ya que buscamos tomar decisiones informadas.

Por un lado, considero que es esta falta de comprensión por parte de las instituciones financieras, la que nos ha llevado a sentirnos inseguras a la hora de invertir; contribuyendo a la brecha de género en la participación financiera. Por otro lado, la falta de cultura financiera femenina nos ha llevado a pensar que las finanzas no son una tarea propia de las mujeres. Que éstas son un talento innato de los hombres y no una habilidad adquirida.

Un ejemplo de lo anterior, es el reciente estudio realizado por UBS Wealth Management, el cual arrojó que, a pesar de que las mujeres están plenamente implicadas en los asuntos económicos diarios de sus hogares, ese involucramiento no se amplía a las finanzas de largo plazo (inversiones, jubilación y otros), ya que el 56% de las mujeres en el mundo dice dejar la planificación financiera a sus cónyuges; porcentaje que aumenta a 60% en mujeres millennials. Cuando se les pregunta por la razón de esto, un 82% menciona que se debe a que su pareja sabe más que ella sobre el tema. 

Desenvolvernos en un ecosistema que nos excluye, ha propiciado que se instale en nuestras mentes la idea de que las finanzas son complejas y que no tenemos las capacidades para manejarlas. Lo que considero totalmente equívoco, ya que estoy convencida de que contamos con aptitudes que nos convierten en excelentes administradoras de nuestras finanzas. Es más, diversos estudios han demostrado que las mujeres obtenemos mayores retornos ajustados por riesgo en inversiones que los hombres; debido a que somos menos impulsivas y tomamos decisiones más informadas, tenemos más disciplina a la hora de invertir y lo hacemos con un enfoque a largo plazo.

Considerando el periodo de transición que vivimos actualmente, ¿no será tiempo de discutir la inclusión de educación financiera, como parte del currículum escolar? Abordar estos temas desde la infancia, es la base para cambiar el actual paradigma de rezago femenino en las finanzas.

Sin duda, la brecha de género ha disminuido con el tiempo, pero todavía queda un largo camino por recorrer. Podemos sentarnos a esperar que el mundo evolucione y esta brecha desaparezca del todo, o podemos comenzar desde ya a tomar el control de nuestra vida financiera.